Tardes hablando, cientos de mensajes enviados, que me
llamaras de una manera especial, que te preocupases de lo que hacía o lo que iba
a hacer, todos esos pequeños detalles que dejaban mella en mi alma, en una
parte de mi que pocos llegan… Tú, un
encuentro casual, un capricho de la vida que hizo conocernos, y una flecha
mal mandada del angelito más temido por los amantes, odioso Cupido.
Tardes pensando en ti, mirando, leyendo, releyendo tus
mensajes, el como a medida que pasaba el tiempo se volvían más fríos y
distantes… Mi alegría, mi positivismo,
mis ilusiones aplastadas por tu frialdad, por tu forma hierática de hablarme,
tu falta de sentimientos y tu ignorancia de los míos.
Noches de llantos que terminaba dormida ahogada por mis
propias lagrimas, inundada por la tristeza, por la impotencia de no poder
competir contra aquello que de verdad te saca una sonrisa. Yo con ganas de ser
la propietaria de ella, la propietaria de tu felicidad y de tus pensamientos,
de tus sueños y de tus miedos. Quiero ser aquella en la que te refugies cuando temes
algo, cuando no sepas que hacer. Quiero que encuentres en mi lo que no
encuentras en ninguna otra.
Y otra vez lo mismo, vuelves a mis pensamientos sin permiso,
irrumpes en ellos convirtiéndote en el protagonista de mis horas de reflexión. Aunque
la realidad es que fuera del poco juicio racional que me queda tú ni apareces, no
das señal de vida, pero no te das cuenta de ello. Para ti solo soy un contacto más
en tu móvil, mientras que para mi eres el principal.
Creo que si pudiéramos contar el tiempo, los momentos que
apareces de alguna manera en mi vida del día a día, nos daríamos cuenta que
eres el centro. Poco a poco te vas convirtiendo en rutina, ya formas parte de
mi vida diaria.
Ilusionada me levanto cada mañana corriendo a ver mi móvil,
esperando un mensaje tuyo, una nota o algo que me alegre el día, que me haga
empezar con esa sonrisa con la que nos imagino a ti y a mi juntos, tu pegado a mí,
y con ninguna idea de separarte. Al igual que me acuesto todas las noches con
el móvil entre mis brazos, a la espera de un “buenas noches” tuyo, ya me da
igual que sea insensible, distante, seco, con saber que todavía pasa por tu
mente mi nombre aunque a ti te parezca indiferente. Solo el simple hecho de
pensar que tus dulces ojos marrones, todavía recuerdan mi presencia, me hará ser
la mujer más feliz del mundo. Para que veas lo fácil que es complacerme, y lo difícil
que es que se haga realidad.
"Darling don´t be afraid, i have love you for a thousand years. I´ll love you for a thousand more."
No hay comentarios:
Publicar un comentario